Seleccionar página

Las personas sin hogar ante el estigma y la deshumanización

por | Oct 1, 2022

estigma y deshumanización

El acceso a la vivienda es uno de los derechos fundamentales del ser humano. Sin embargo, la realidad dista mucho de esta afirmación para las miles de personas que, cada día, duermen en la calle.

El sinhogarismo constituye el paradigma extremo de la exclusión social, convirtiéndose en una situación en la que no solo se desposee a las personas de los recursos más esenciales para vivir, sino que también se le despoja de su autoestima, voz e identidad. Hablamos del estigma y deshumanización de las personas sin hogar.

Estatus social de las personas sin hogar

En toda sociedad los individuos tienden a organizarse en grupos en función de un conjunto de valores, creencias o características compartidas.

Desde la psicología social, esta organización da lugar a una diferenciación entre grupos mayoritarios y minoritarios, que no atiende a una cuestión de número, sino de poder.

De esta manera, los grupos mayoritarios son los considerados superiores, gozando de mayor poder, influencia, estatus social y mayor acceso a los recursos.  Mientras, otros son relegados a las posiciones inferiores experimentando un mayor control y restricción de los recursos (Pratto, Sidanius, Stallworth y Malle, 1994). El grupo mayoritario establece lo que es “normal” y reprime y excluye lo que se sale de esa norma.

Siendo así, las personas sin hogar se constituyen en una de esas minorías que no encajan en lo “normal”. Por ello, se enfrentan a una sociedad que estigma y deshumaniza su condición de persona e incluso criminaliza su situación de pobreza.

Estigmatización de las personas sin hogar

Todas las personas están motivadas a definir su autoimagen de la manera más positiva posible. Esto, se consigue, en gran parte, a través del sentimiento de vinculación con grupos que se consideran socialmente valiosos. Pero, ¿qué ocurre cuando el grupo de pertenencia es un grupo estigmatizado?

Las personas en situación de sin hogar, sobre todo aquellas que viven en situación de calle, son etiquetadas como indigentes o personas de mala vida, y recaen sobre ellas un gran número de prejuicios del tipo: “están en la calle porque no quieren trabajar”, “son todos unos alcohólicos”, “se drogan”, “son delincuentes”, “se trata de personas peligrosas”, “están donde están por seguir malos pasos”, “tienen problemas de salud mental”, etc.

Todo esto hace que estas personas tengan que enfrentarse a una percepción negativa por parte de los otros grupos. En dichos grupos, generan una sensación de inseguridad, miedo o incluso odio, que en muchos casos manifiestan a través de insultos, desprecio, rechazo o agresiones.

Así, las personas que pertenecen a grupos estigmatizados suelen sufrir discriminación y exclusión social por parte del resto de grupos. Pero no solo eso, en muchos casos, además, son conscientes de la devaluación que sufre su identidad social e interiorizan la visión negativa que les transmiten los demás asumiéndola como cierta.

estigmatización de las personas sin hogar

Deshumanización de las personas sin hogar

Deshumanizar significa privar a las personas de las cualidades que les distinguen como seres humanos, dejando de tratarlas como a un igual para verlas como seres devaluados y prescindibles.

El proceso de deshumanización afecta a la igualdad de los seres humanos al implicar que unas personas son mejores que otras.

La desvinculación y desvalorización a la que se ven expuestas las personas sin hogar, puede afectar a la percepción de su propia humanidad.

Ver a una persona viviendo en la calle se ha normalizado hasta tal punto, que gran parte de la población se muestra pasiva e indiferente ante este fenómeno social. Y no solo eso, también se observa una tendencia a la inactividad por parte de la población general ante las acciones de burlas dirigidas contra este colectivo.

Las personas sin hogar reciben un trato que ellos perciben como impersonal y negativo, viéndose anulados, ignorados e invadidos en su privacidad. Todo esto provoca en ellos reacciones, indefensión, sumisión y falta de iniciativa que afectan a su identidad como personas.

Además de vivir el estigma y la deshumanización de las personas sin hogar, se enfrentan a un profundo sentimiento de soledad, desvinculación social y falta de pertenencia. Todo ello tiene un funesto efecto sobre su salud y bienestar, llegando incluso a producir una auto-desvalorización.

Criminalización de la situación de las personas sin hogar

De forma general, las personas sin hogar son excluidas socialmente y, a menudo, se les culpabiliza de la situación en la que se encuentran. Para los miembros del grupo que excluye, es una situación legítima y justa.

Esto lleva a que en la actualidad, en muchas ciudades, se estén adoptando medidas punitivas para sancionar actitudes supuestamente incívicas como buscar en contenedores o dormir, orinar o lavarse en la calle. Y efectivamente, esas medidas tendrían una justificación si las personas infractoras tuvieran otras alternativas. Sin embargo, las personas sin hogar, en muchos casos, no disponen de otra opción y, es precisamente en estos casos en los que criminalizar este tipo de conductas equivale sancionar la pobreza.

Tanto es así, que una multa puede suponer un lastre vital para la persona sin hogar, además de dejarle en una situación de indefensión aun mayor a la que se encuentra expuesta.

Y es que, humanizar la política pasa por humanizar las decisiones que se toman y que afectan a las personas que más necesidades tienen. Se trata de legislar contra la pobreza y no contra los pobres.